Un equipo interdisciplinar del ETH Zürich ha desarrollado un material vivo capaz de absorber dióxido de carbono de forma activa y duradera. El proyecto, publicado en Nature Communications, combina biotecnología, ciencia de materiales y tecnologías digitales con el fin de ofrecer soluciones arquitectónicas frente al cambio climático.
La principal novedad de este material radica en su capacidad dual de captación de CO₂. Está compuesto por un hidrogel impreso en 3D que alberga cianobacterias fotosintéticas que han sido adaptadas para convivir en su interior sin perder su actividad biológica. Estas bacterias transforman el dióxido de carbono en biomasa y, al mismo tiempo, inducen la formación de minerales como el carbonato de calcio, fijando el carbono de forma estable en la propia estructura del material.
A diferencia de otros sistemas biológicos, este material no solo transforma el CO₂ en biomasa, sino que también lo inmoviliza químicamente, lo que mejora su eficiencia como sumidero de carbono, es decir, lo convierte en una especie de esponja de carbono dotada de memoria a largo plazo. La impresión 3D permite diseñar formas que optimizan la exposición a la luz y la circulación de nutrientes, favoreciendo la actividad biológica de forma prolongada.
El desarrollo está pensado para integrarse en arquitectura sostenible. Fachadas, paneles o recubrimientos podrían beneficiarse de esta tecnología para capturar CO₂ de manera continua durante la vida útil del edificio, sumando así una nueva función activa a los materiales de construcción.
El equipo del ETH Zürich ya ha probado esta tecnología en dos instalaciones públicas. En la Bienal de Arquitectura de Venecia se presentó Picoplanktonics, una serie de troncos huecos impresos con este material, capaces de absorber cada uno una cantidad anual de CO₂ comparable a la de un árbol adulto. En Milán, la instalación Dafne’s Skin exploró el potencial estético del material al aplicarlo como una película verde sobre tejas de madera, formando una pátina viva que evoluciona con el tiempo.
Aunque todavía se encuentra en fase experimental, el proyecto plantea aplicaciones futuras en arquitectura, urbanismo o mobiliario. Entre los retos pendientes se encuentran la estabilidad del ecosistema bacteriano frente a variaciones ambientales y la escalabilidad del proceso de producción. Los investigadores continúan trabajando en colaboración con diseñadores y arquitectos para adaptar esta tecnología a distintos contextos urbanos y climáticos.