Limitaciones para la observación lumínica

Por Arquintro
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En la respuesta de las capacidades ópticas de las personas, existen particularidades que varían la sensibilidad de nuestros ojos. Las capacidades del sistema óptico de los distintos seres con receptores oculares presentan diferencias ante la presencia de luz. La composición química o física que produce el color tiene siempre una respuesta en la percepción visual.

Los experimentos de Isaac Newton muestran que la visión del color de los humanos es tricromática, aunque no todas las personas tienen la facultad de ver los colores con su realidad natural. Las personas con una capacidad de visión disminuida como consecuencia del deterioro del sistema visual —por causas patológicas, procesos propios de la edad o situaciones que hacen imposible la recuperación de la sensibilidad celular de la retina o del recorrido neuronal óptico— pueden tener diversas restricciones que ocasionan inconvenientes y establecen barreras para la movilidad y el uso del entorno.

El médico y físico inglés Thomas Young estimó, en 1902, que la tricromía se correspondía con la fisiología ocular humana. Posteriormente, se pudo comprobar que la visión de los tres colores se correspondía con la vibración de las células activas a los colores del espectro; se trata de la diferente sensibilidad lumínica de las distintas células sensoriales de la retina a cada longitud de onda luminosa. De este modo sabemos que, de los tres receptores, los del rojo y el verde son sensibles al color marrón; no obstante, el receptor del rojo produce más intensidad, es decir, que se observa una mayor activación ante la presencia del rojo en las distintas gamas.

Siguiendo los experimentos de Young, John Dalton descubrió algunas alteraciones en la visión de los colores al observar que él mismo no los veía igual que la mayoría de las personas: «La parte de la imagen que otros llaman rojo aparece ante mi poco más o menos como una sombra o deficiencia luminosa». Al referirse al naranja, el amarillo y el verde, manifestaba que «son lo que llamaría diferentes tonalidades de amarillo». Esta deficiencia visual, que puede afectar a un 8% de las personas, se debe a una modificación del cromosoma X y se produce como consecuencia de una herencia genética que afecta con más frecuencia a los hombres.

Jonas Clerk Maxwell identificó dos tipos de daltonismo al descubrir que las personas que observan bien los colores los diferencian por los niveles de excitación de sus receptores del verde y el rojo. Quienes son deficientes en estas frecuencias son denominados dicromatos. Gracias al cromatoscopio, descubierto por John William Strutt en el siglo XIX, podemos observar que, al proyectar la luz sobre una pantalla, es posible observar con mayor precisión la capacidad de las personas para detectar la banda de colores percibidos del espectro, así como las deficiencias.

La transparencia de la luz y la variedad de colores que llegan a la retina es posible porque el cristalino permite el paso del flujo de las frecuencias energéticas visibles para que lleguen a las células transformadoras. Esta pieza receptora de la luz se compone de 1.000 capas de células que permanecen durante la vida; o bien, cuando se deterioran, no se regeneran como sucede con otras partes del cuerpo.

Una vez que los fotones rebasan el cristalino, su apreciación cromática es función de los conos y bastones, transportando su energía por el nervio óptico para la codificación adecuada en la corteza visual, situada en la zona occipital del cráneo.

La percepción visual, la de mayor captación informativa de los sucesos del entorno, permite observar realidades y mimetizaciones ópticas, comprender los distintos sistemas de reproducción colorimétrica y reforzar la información recibida a través de otros sentidos, puesto que la cognición, lo que nos estimula a través de los sentidos, según indicó Albert L. Niesser (1855-1916), «se transforma, es reducida, elaborada, almacenada, recordada y utilizada».

Esta facultad humana establece pautas que determinan el modo de resolver nuestros espacios, aunque la interacción se produce mediante la actividad de los cinco sentidos y la propia actividad del cuerpo, en sincronía biónica con los fenómenos físicos y las cosas.

Las limitaciones visuales pueden afectar de distinto modo y en distinta magnitud a cada persona —según su estado físico, y psíquico, o incluso sus convicciones culturales—.  Estos factores pueden crear confrontaciones, rechazo o complacencia hacia algunos cromatismos.

Determinadas las capacidades y preferencias perceptivas, es el momento de iniciar la determinación proyectual de las soluciones arquitectónicas del espacio inmediato, que nos permita aproximarnos a la optimización del lugar deseado. Esta es la única forma de desarrollar una elaboración de la arquitectura interior comprensible para quien demande cada solución, porque el cerebro no acierta a conceptualizar el tiempo si no comprende bien el espacio, siendo ambos factores los que determinan nuestra presencia y entre los que discurre nuestra vida.

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