La proxémica y la arquitectura interior

Por Arquintro
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La proxémica analiza la comunicación no verbal según el uso del espacio personal y la distancia que las personas guardan entre sí cuando se comunican verbalmente. Las relaciones humanas en los espacios interiores están, por tanto, fuertemente marcadas por factores de planificación espacial que la arquitectura interior habrá de considerar. El objetivo: ponderar los aspectos y parámetros físicos que los integran para obtener unos niveles de salud y convivencia adecuados.

La proxémica, como disciplina, permite ajustar el espacio personal dentro de los límites de actuación de cada persona de un grupo determinado para evitar el sentimiento de invasión o dominio indeseado del espacio o la estimulación de sentimientos que conducen a actitudes hostiles o de prominencia indeseada. Se trata de procurar estímulos que conduzcan a generar actitudes siempre establecidas por quien toma iniciativas de resolución espacial de distinto tipo. A la hora de valorar el espacio de cada cual, es posible establecer un método proyectual que permita integrar cada particularidad, conociendo y entendiendo las necesidades de cada persona actora en las distintas tareas que pueda desarrollar, en cada situación previsible, dentro de un espacio arquitectónico.

La presentación de cada puesto determina su función y favorece o entorpece determinadas formas de comunicación entre sus usuarios.

Las necesidades personales y los hábitos profesionales y culturales establecen factores que han de considerarse necesariamente a la hora de organizar los compartimentos de una superficie y el mobiliario y equipamiento adecuado para complementar las labores a realizar en cada lugar.

El espacio personal ha sido objeto de infinitos estudios e investigaciones de diversos campos, con el fin de mejorar la eficiencia de los espacios de oficinas, escuelas, prisiones, etc. Las observaciones apuntan, por ejemplo, de manera reiterada, a que la posición de determinados muebles puede favorecer o dificultar la comunicación entre las personas usuarias de un espacio dado.

Determinantes culturales del espacio personal

Diversos estudios señalan que existe una diferenciación cultural evidente entre personas de contacto (latinos, árabes y mediterráneos) y personas de no contacto (norteamericanos, noreuropeos y asiáticos).

Por ejemplo, según el antropólogo Edward T. Hall, los niños ingleses están acostumbrados a compartir sus espacios, por lo que, para ellos, no es tan relevante la privacidad individual de un compartimento. En este caso, se admiten otras barreras de independencia personal mediante las cuales un sujeto es capaz de aislarse mentalmente, aún compartiendo un mismo espacio con otras personas. Por este motivo, para los ingleses, la proximidad espacial no implica necesariamente relaciones o comunicación.

Continuando con los ingleses, estos tienen la costumbre de mirarse a los ojos, lo que precisa una distancia de unos dos metros para observar la imagen de la persona interlocutora. En cambio, en otras culturas, como la indígena wayuu, de la Alta Guajira, en Colombia, mirar a los ojos significa una invasión, una violación del espacio y, por tanto, la violación de la dignidad personal.

El espacio personal de los habitantes latinoamericanos y mediterráneos es, por el contrario, un espacio más participativo en lo que respecta a la aproximación y relación sensorial, produciéndose interacciones de contacto visual y físico, manifestando significados compartidos.

La importancia de la proxémica en la planificación del espacio interior

Siguiendo el criterio de Hall, las distancias de comodidad personales se observan en el espacio considerando los criterios generales ya indicados anteriormente, pero también tienen una influencia notable la situación social, el género y las preferencias individuales.

La falta de consideración de estos factores proxémicos puede crear una sensación de ausencia de intimidad, aislamiento, invasión de los espacios más personales, inseguridad…; y ello genera reducción del rendimiento, excitación nerviosa y absentismo. No obstante, muchas veces, las personas afectadas desconocen que la configuración del espacio en el que se desenvuelven sea la causa de estas alteraciones.

La expresión plástica expuesta en el lenguaje visual del espacio arquitectónico se va ligando a la persona en las distintas etapas de su vida. Está sometida a los cánones predeterminados por su cultura, que van creando una capacidad de percepción subjetiva del entorno, conformando una actitud, y construyendo, con el crecimiento del individuo, una particular forma de observar y de ser.

Estas manifestaciones del “ser” que se van conformando las pueden exponer los niños, en sus distintas etapas de desarrollo, a través de sus expresiones gráficas, que recogen la plástica de su espacio experimentado, lo que “es una actitud lúdica en la que él mismo (el niño) realiza unos determinados procesos de interiorización y proyección exterior” (Estrada Díez, E., Génesis y evolución del lenguaje plástico de los niños, Zaragoza, 1991).

Planificar espacios confortables

La proxémica tiene una prioridad significativa en la organización del espacio y es un factor principal en determinadas actividades, como los actos de oratoria, intimidad y relación entre las personas. No obstante, aunque es parte del sentimiento de confort, no podemos confundirlo con los factores absolutos del confort.

El concepto general de confort ha de considerar las condiciones de ventilación, climatización, acústica, iluminación, etc., así como las condiciones ajustadas a la anatomía y la fisiología de los usuarios de un espacio interior. Solo así pueden lograrse ambientes ajustados a la evolución de las personas, que permitan una operatividad física y una estabilidad psicológica óptimas; lugares eficientes para los objetivos que se les atribuyan en la trayectoria de cada usuario, para cambiar prácticas que consideramos muy mejorables en nuestros hábitos y que, con frecuencia, nos resistimos a admitir.

El concepto de confort (Del lat. comoditas: cosa necesaria para vivir a gusto y con descanso) no es una idea parcial, resultado de la buena calidad de alguno de los factores que conforman un ambiente. Para tener la virtud de confortar, un espacio ha de ser resuelto de modo óptimo en su conjunto y en cada una de las partes que lo componen. Esta es la manera de alcanzar el equilibrio de cada uno de sus puntos espaciales para, así, impulsar la animosidad y el disfrute de las personas usuarias.

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