La industria cerámica europea ha mostrado su rechazo a la propuesta de la Comisión Europea de reducir en un 90 % las emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2040, respecto a los niveles de 1990. A través de la federación Cerame-Unie —en la que participa la patronal española Ascer— el sector advierte que el objetivo no es realista, ya que no hay alternativas inmediatas de descarbonización, y que su aplicación sin incentivos adecuados pone en riesgo la viabilidad de numerosas empresas manufactureras.
El principal motivo de preocupación es el régimen de comercio de derechos de emisión (RCDE) de la UE que, según el sector, no favorece la descarbonización, sino que incrementa los costes del carbono, provocando pérdida de competitividad y riesgo de deslocalización hacia países con normativas medioambientales más laxas. Cerame-Unie pide que la revisión del sistema tras 2030 contemple un enfoque más flexible, especialmente para las industrias con pequeñas emisiones —mayoría en número pero minoría en impacto climático— que sufren una carga administrativa desproporcionada.
El sector recuerda que desde 2011 ha perdido un 30 % de sus empresas y un 10 % del empleo directo. Además, la producción ha descendido un 30 % desde 2021, y la balanza comercial ha caído un 50 %. La crisis energética ha agravado aún más su competitividad.
Pese a estos retos, la cerámica europea afirma haber reducido sus emisiones más de un 45 % desde su pico en los años 2000 y mantiene su compromiso con la neutralidad climática, desarrollando tecnologías y medidas de eficiencia energética. No obstante, reclama un marco normativo y financiero adecuado, acceso a energías alternativas y compensaciones que permitan afrontar el proceso de descarbonización sin comprometer su futuro industrial.