A partir de una selección de proyectos arquitectónicos internacionales, la exposición «El abrigo de las ruinas», del Born Centre de Cultura i Memòria de Barcelona, propone una reflexión sobre nuestra relación con los restos históricos y sobre la arquitectura ideada para preservar las ruinas arqueológicas. Muchos de estos son proyectos que se han enfrentado a la dificultad de construir sobre unos restos arqueológicos que había que proteger sin alterarlos; otros son ejemplos de como la arquitectura ha permitido devolver la dignidad a los restos y potenciar su valor o facilitar su comprensión y la visita a los mismos.
Los proyectos elegidos son mayoritariamente europeos y construidos en los últimos 25 años, pero también hay ejemplos de Estados Unidos, China y Baréin. Todos son construcciones que protegen restos de civilizaciones, religiones y cronologías distintas: griega, romana, tardorromana, merovingia, vikinga, cristiana, islámica, china y de los pueblos indígenas de Norteamérica (los Pueblo).
Entre todos ellos, hay cuatro de catalanes: el parque arqueológico de la ciudad romana de Iesso, en Guissona (Lleida), la Necrópolis Paleocristiana de Tarragona, las ruinas del castillo de Jorba (Barcelona) y el propio Born Centro de Cultura i Memòria, que se presenta como «contramodelo», puesto que el abrigo en este caso es puramente casual.
Respecto al resto de España, también se ilustran los casos de cobertura de las ruinas de la villa romana del Vergel (San Pedro del Arroyo, 2019), las de la Casa de Hipólito (Alcalá de Henares, 1999), la villa romana de La Olmeda (Palencia, 2000-2009), el yacimiento romano del Molinete (Cartagena, 2011) y la habilitación y protección del santuario romano de Diana (Mérida, 2011).
Mediante simples armaduras metálicas, por ejemplo, la arquitectura consigue evocar el alzado y el contorno de lo que algún día fueron los restos que se protegen, aquello que el tiempo y la mano del ser humano han derribado. Según el comisario de la muestra, Pedro Azara: «Sin ser una recreación mimética de las construcciones desaparecidas, las coberturas producen la ilusión que las ruinas han vuelto a la vida»», apunta Azara».
«El abrigo de las ruinas» sirve a los comisarios para plantearse diferentes preguntas: «¿Por qué nos esforzamos tanto a preservar las ruinas? o quizás ¿se trata de actos de contrición, de un perverso gusto por lo que está mutilado, de una lección sobre la barbarie para las generaciones futuras? o tan solo ¿es la constatación asumida del tráfico y la fugacidad de las obras humanas?».
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