La evolución de los seres humanos para desarrollar sus capacidades presenta una serie de ventajas respecto a la de los animales. La principal diferencia entre ambos es que los animales se adaptan de manera orgánica y biológica a las condiciones físicas de su hábitat, mientras que los humanos logran adaptar el medio a sus necesidades. Las personas ajustan las dimensiones y el carácter perceptible del espacio que habitan, siendo sensibles a la organización física y a los factores espaciales apreciables por vía fisiológica y psicológica.
Una característica bien diferenciada de los primates es que suelen engendrar un numero muy reducido de crías en cada gestación. Otra es que desarrollan características particulares en las manos, pies, uñas y ojos. También tienen una infancia muy prolongada hasta que alcanzan su madurez intelectual, y desarrollan su vida mediante una conducta social muy compleja que es posible gracias a su mayor capacidad cerebral e intelectual. Además, el ser humano es el único que ha evolucionado hasta dominar el leguaje articular y simbólico. Esta ventaja, perfeccionada a través de diversas generaciones, le permite alcanzar mayores conocimientos que otros animales, puesto que su aprendizaje parte de los conocimientos heredados dentro de sus grupos sociales. Ello mejora su capacidad para satisfacer su necesidad vital de defenderse y alimentarse, haciendo frente a los depredadores y a los fenómenos naturales.
"Todo lo que existe viene de algo anterior"
Manuel Mandianes. La Voz de Galicia, 29 de junio de 2021
Características del ser humano en relación al hábitat
Los mencionados a continuación son todos factores que hay que tener presentes en cada planificación de nuestros hábitats, si queremos obtener resultados de calidad.
- Las extremidades y las condiciones anatómicas y fisiológicas de los primates les otorgan una gran libertad de acción, ya que les permiten una operatividad muy superior a la de los demás seres del reino animal. La prensilidad de sus dedos, por su forma y características articulares, es fundamental, sobre todo en lo referente a la oponibilidad de los dedos pulgares de las manos, que es lo que les dota de capacidad para apretar y sujetar. Gracias a libertad de acción y movimiento de sus extremidades y a la movilidad de la cadera y la cabeza, que alcanzan un giro de 180º, los humanos pueden ejercitar flexiones y extender las extremidades delanteras o superiores en cualquier dirección. Casi todas la acciones que ejercen tienen relación con sus extremidades, especialmente con las manos y a través de las manos.
- La situación de los ojos en la parte frontal de la cabeza y sus elevadas proporciones en relación al tamaño del rostro le permiten evaluar las proporciones y la distancia, dando lugar a la visión estereoscópica de alta calidad, que le sirve incluso para diferenciar varias gamas de colores.
- Su capacidad olfativa, por contra, es muy reducida si se compara con la que tienen otros mamíferos no primates. Aun así, también se trata de un sentido fundamental en relación a los alimentos que ingerimos y el espacio que habitamos.
- La larga infancia de los humanos hace imprescindible una prolongada atención por parte de los progenitores hasta que alcanzan la autonomía personal. Esta larga dependencia, además de motivar la protección, facilita que se genere una interdependencia social, asimilando así la culturización de la sociedad.
- Finalmente, su relación en sociedad le permite comprender lenguajes complejos para comunicar la presencia de alimentos, peligro, amistad, interés sexual, etc. También le facilita los procesos de aprendizaje, pues sus relaciones sociales de cooperación son fundamentales para subsistir.
Herencia cultural
Los inicios de la culturización se produjeron durante el Paleolítico, llegando a niveles de mayor comprensión y organización de la vida social hacia el Neolítico (6.000 a. n. e.), mientras que la conformación anatómica moderna aparece en descubrimientos correspondientes al Auriñaciense, hace unos 35.000 años. La culturización permitió a los humanos alcanzar la forma de ser y existir que les es propia y, dado que se trata de una herencia social y no biológica, es posible la aparición de muchas formas y modalidades distintas.
Esta relación social característica dio lugar al nacimiento de los primeros núcleos poblacionales, iniciándose el proceso de organización de las construcciones como espacios para protegerse y ejercer actividades. La domesticación de la naturaleza, la adoración panteísta, el culto a la fertilidad, la equitación, las inscripciones pétreas, etc., son manifestaciones que fueron diferenciando nuestra evolución.
Esta posibilidad de culturización sucede con las diferencias personalizadas y permite que el género humano sea un recurso natural renovable porque, en el proceso de reproducción, se van dando transformaciones, y la vida de cada persona tiene y adquiere peculiaridades únicas.
“La humanidad es una unidad diversificada: diversificada en pueblos e individuos”
. Marco Aurelio Vila. El hombre, recurso natural renovable
Desde el Paleolítico, su capacidad cultural alcanzó un elevado grado de simbolismo. Sus formas de expresión se manifiestan a través del leguaje oral y escrito, así como en las formas artísticas y la organización espacial de la vida, el trabajo y el ocio dentro de cada entorno espacial creado por y para uso del ser humano.
Su desarrollo cultural es lo que hace posible establecer el proceso histórico de su evolución, porque ningún otro animal puede tener conciencia del tiempo y del espacio. Esto hace posible que no tenga que iniciar la construcción de su medio, de sus moradas, desde cero, sino que ya asume una tradición de uso de objetos y conocimientos que hereda de sus antepasados y que procura adaptar en cada etapa. Así es posible seguir su permanente evolución, que va cambiando y tendiendo a la perfección, a medida que adquiere un mayor control sobre la configuración de los lugares de uso, los fenómenos físicos, etc.
No fue posible detectar cambios biológicos o anatómicos en el ser humano en los últimos miles de años. Sin embargo, sus cambios en las relaciones culturales sí han sido muy notables en los 250 años precedentes. Los cambios educativos, en el aprendizaje social, en los descubrimientos científicos… se expanden y aplican a gran velocidad: el comportamiento de la luz (Newton), las ondas electromagnéticas (Maxwel y Hertz), la teoría de la evolución (Darwin), la teoría de la relatividad (Einstein), la mecánica cuántica (Plank), etc.
Esto es lo que nos conduce abiertos a nuevos estilos de vida con inteligencia y nos permite participar en sociedad, desarrollar capacidades lingüísticas, espaciales y demás conceptos que incrementan y refuerzan nuestra capacidad cultural y nuestra aportación a la vida social. Todo lo que construimos para el mayor confort actual es posible gracias a los eventos del pasado. Nada es casual, nada es totalmente nuevo, nada existe sin pasado, motivo suficiente para el compromiso con nuestro entorno natural y con las arquitecturas que nos muestran cómo llegamos hasta el presente.